martes, 9 de abril de 2013

El héroe vegetariano: Carlos Roa


Como en tantos y tantos jugadores argentinos, su apodo lo dice todo: El Lechuga. Estrictamente vegetariano, y muy religioso, no dudó en tirar prácticamente su carrera por la borda para mantenerse fiel a sus creencias. Quién sabe si marcado por el lugar de su nacimiento, la localidad argentina de Sante Fe. Juegos semánticos aparte, este guardameta vivió el máximo apogeo de su carrera cuando estaba, tal vez sin saberlo, en la primera recta final de la misma. Nacido el 15 de agosto de 1969, y tras debutar como profesional con el Racing de Avellaneda, con el que ganó la Supercopa Sudamericana en el año de su estreno, en 1998, pasó por las filas del Lanús, equipo con el que conquistó la Copa Conmebol de 1996, antes de enrolarse en las filas del Mallorca, en la temporada 1997-98.

Su excelente trayectoria con el equipo balear, con el que llegó a disputar la final de la Copa del Rey ante el Barcelona, lograda finalmente por los azulgrana en la tanda de penaltis, fueron las mejores credenciales para que el entonces seleccionador argentino, Daniel Passarella, apostara por mantenerlo en la titularidad en el Mundial de Francia, en 1998, a pesar de la humillación vivida en la Copa América de 1997 y la eliminación de los argentinos frente a Perú (2-1) en los cuartos de final. Perú, después, sufriría una paliza en toda regla de Brasil (7-0), a la postre la campeona del torneo.

Ante Perú, muy posiblemente, podría haber hecho algo más en los dos tantos encajados. En Francia, un año después, no obstante, la actuación de Roa, desde luego, fue del todo impecable. En la primera fase, con la albiceleste encuadrada en un grupo a todas luces muy asequible, consiguió dejar su portería a cero, ante Japón (1-0), Jamaica (5-0) y Croacia (1-0), el rival más potente de los tres, con nombres como los de Prosinecki, Suker, Boban o Jarni entre sus filas.

En octavos, tocaba medirse a una selección que, desde 1982, se ha convertido en el enemigo preferido de los argentinos: Inglaterra. El duelo, tras acabar tanto el tiempo reglamentario como la prórroga con el 2-2 forjado en los primeros 45 minutos, se dirigió inexorablemente hacia los penaltis. Una suerte en la que los porteros, en general, tienen mucho a ganar y muy poco a perder. Si consiguen salvar algún disparo, serán elevados a los altares. El irregular Seaman cumplió en el segundo lanzamiento, pero Roa no le fue a la zaga. El argentino incluso llegó a rozar con los dedos uno de los disparos. Al final, cómo no, fue todo un héroe. Su parada, en el último lanzamiento de los ingleses, valió el pase a cuartos de final, para la desesperación de toda una estrella del rock como Mick Jagger, presente en las gradas. Basta dar un vistazo a todo el vídeo de la tanda para encontrarse con su sumamente reconocible estampa.

En cuartos de final, no obstante, Holanda se encargó de cortarle el paso a la albiceleste, con un ajustadísimo 2-1. Tan ajustado, que Dennis Bergkamp logró el triunfo para los suyos prácticamente en el último minuto. La temporada siguiente, la 1998-99, fue del todo inolvidable para el portero. Y para el Mallorca. Roa se hizo con el trofeo Zamora, el que distingue al meta menos goleado de la Liga, contribuyó decisivamente en el primer título para su equipo, la Supercopa de España, conquistada precisamente ante el Barcelona, y se plantó con los suyos en la última final de la Recopa, la competición que, antiguamente, enfrentaba a los campeones de Copa de cada país. El Lazio, con un 2-1, frustró finalmente sus sueños de levantar un gran título europeo. Nedved, a 10 minutos para el final, rompió el empate provocado por el tanto de Dani García, quien había igualado un madrugador gol de Vieri.

Aunque se especuló con el interés del Manchester United, Roa decidió colgar los guantes antes de llegar a la treintena. El motivo: sus creencias religiosas le impedían hacer otra cosa en sábado que no fuera dedicarse a la oración. Mal panorama para un futbolista profesional. Un año después, no obstante, dio marcha atrás. Demasiado tarde. Su puesto en la portería del Mallorca ya lo ocupaba de manera indiscutible su compatriota Leo Franco. En 2002, tras entrenarse durante un tiempo con el Atlético Baleares, se incorporaría al Albacete por dos temporadas. Tras serle diagnosticado un cáncer de testículo, tuvo que abandonar abruptamente la práctica deportiva para centrarse en su recuperación. Para mantenerse en buena forma, regresó a Mallorca, donde se encargó de preparar a los porteros del Constancia, en Tercera División, dado que no podía actuar como jugador por su condición de extranjero, para fichar después por el Olimpo de Bahía Blanca argentino, su último club como profesional.

Con todo, ha seguido ligado al fútbol encargándose de la preparación de porteros en algunos equipos argentinos, entre ellos el histórico River Plate. Allí, el héroe vegetariano de Francia 98, muy posiblemente, pudo recordar sus tardes de mayor gloria, por mucho que su aspecto actual recuerde sólo vagamente al de aquel meta apodado El Lechuga.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.