jueves, 3 de julio de 2014

Un portero imperial: Julio César


Si apostar por jugar de portero suele ser, por norma general y hasta la llegada de los porteros más mediáticos, algo bastante raro, en un país como Brasil, la cuna del Jogo Bonito, de delanteros como Romario, Ronaldo o Pelé, aún hoy para muchos el indiscutible Rey del Fútbol, esa apuesta se vuelve incluso más complicada. Especialmente, en lo que a la selección brasileña, la canarinha, se refiere. Moacir Barbosa, prácticamente enterrado en vida por sus compatriotas tras el sonado Maracanazo, es quizás la prueba más exagerada de ello. Pero, a veces, el destino tiene giros caprichosos. Ante Chile, en los octavos de final del Mundial 2014, con Brasil nuevamente como escenario, un portero, Julio César, se erigió como el gran héroe.

El empate a un gol se mantuvo más allá de la prórroga. Sorprendió entonces ver cómo las cámaras se centraban en un Julio César al que los ojos se le llenaban de lágrimas. Una tanda de penaltis es una oportunidad dorada para el portero. Si consigue detener algún lanzamiento, puede erigirse en héroe. El peso de la camiseta, ante su gente, tal vez era para él en ese momento un lastre. No tardaría mucho en librarse de él. Al final, sus paradas, ante los lanzamientos de Pinilla y Alexis, combinadas con el fallo de Jara, valieron el pase a cuartos de final. Su dilatada experiencia le ayudó, pero no fue lo único. Según reveló Víctor, tercer portero de la canarinha, incluso hubo algo de intervención divina.

Para el meta brasileño, nombrado mejor arquero en la Copa Confederaciones 2013, es la última oportunidad de alzarse con la Copa del Mundo. Un broche de oro para un palmarés al que, desde luego, no le faltan títulos. Nacido en Duque de Caxias el 3 de septiembre de 1979, debutó como profesional en 1997 con el Flamengo, tras formarse en las filas del Grajau. Con el conjunto de Río ganaría, entre otros títulos, cuatro campeonatos cariocas, así como una Copa Mercosur. Tras siete años en el fútbol de su tierra, el Inter fijó sus ojos en él, y se decidió por ficharlo en 2004. Después de pasar un año cedido al Chievo, dado que el conjunto milanés tenía su cupo de extracomunitarios cubierto, se incorporó definitivamente a las filas del club neroazzurro, donde ganaría cinco ligas, tres copas, cuatro Supercopas de Italia, una Liga de Campeones y un Mundial de Clubes, estos dos últimos trofeos conquistados en 2010.

Una enorme parada de Julio César en la vuelta de las semifinales ante el Barcelona, cuando se había jugado poco más de media hora y tras un buen tiro lejano de Leo Messi, contribuyó decididamente a que los italianos se metieran en la final de la Champions, que se disputó esa temporada en el Santiago Bernabéu. Allí, con Mourinho en el banquillo, el meta y sus compañeros se harían con el preciadísimo trofeo tras imponerse al Bayern de Múnich por 0-2 con dos goles del argentino Diego Milito.

El fútbol, no obstante, es cruel. No tiene memoria. Al final de la temporada 2011-2012, en la que el Inter se quedó sólo a cinco goles de su peor registro en goles concedido en el Calcio, muchos de los aficionados interistas cargaron las tintas contra Julio César, al que acusaron de haberse acomodado. La entidad fichó a un meta, el esloveno Samir Handanovic, y el brasileño expresó su voluntad de dejar el club. En agosto de 2012 iba a iniciar su aventura en la Premier League, anunciando su fichaje por cinco termporadas por el Queens Park Rangers. Su aventura tuvo poco éxito. El equipo bajó a la First, pero eso no fue motivo suficiente para que el seleccionador brasileño, Luis Felipe Scolari, perdiera su confianza en él, dadas las buenas intervenciones que había dejado el meta en su primera temporada en Inglaterra. Sus buenas actuaciones en la Copa Confederaciones le darían la razón al técnico.

Las cosas, no obstante, no fueron tan bien en su equipo. El Queens Park Rangers dejó de contar con él tras su descenso, con lo que, en febrero de 2014, llegó a un acuerdo para jugar en calidad de cedido en el Toronto FC, para llegar al Mundial con ritmo de competición. El año 2013 no fue nada bueno para él. En absoluto. El peor trago, el atraco que sufrió su esposa, Susana Werner, ex de uno de esos grandes delanteros de los que hablábamos al principio, Ronaldo, y con la que tiene dos hijos, Giulia y Cauet. Ahora, la fortuna parece decidida a volver a sonreírle. Por el momento, en lo que va de Mundial, ya ha demostrado que sigue siendo un portero imperial.

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