viernes, 26 de julio de 2013

El valor del sacrificio: Fabio Coltorti


El portero es el gran especialista de un equipo de fútbol, el único que puede usar las manos para hacerse con el balón, siempre y cuando lo haga dentro de su propia área. Según el reglamento, es el único cuya lesión debe provocar que se detenga el juego: no se puede jugar sin portero. Si se lesiona y ya se han efectuado todos los cambios, mal asunto. Por eso, no es de extrañar que muchos equipos tengan porteros de urgencia. Normalmente, defensas. Nombres como los de Carles Puyol, en el caso del Barcelona, o Sergio Ramos, en el caso del Real Madrid. Pero, a veces, la situación es demasiado delicada como para poner a un jugador de campo bajo los palos, para quedarse con uno menos. Y ahí entra en juego el coraje del meta. A veces, rozando incluso la temeridad. Desde hace muchos años, se habla del gol del cojo. Quizás, siguiendo con ese símil, también se puede hablar de la parada del manco.

Que se lo digan a Fabio Coltorti. Este meta suizo, nacido el 3 de diciembre de 1980 en Kriens y que tuvo un paso irregular por las filas del Racing de Santander entre 2007 y 2011, tuvo que tomar una dolorosa decisión mientras defendía la portería del Lausana. En los instantes finales de un partido bastante movido, en el que los suyos iban mandando en el marcador por 1-3 ante los Young Boys, tuvo la desgracia de romperse el meñique de la mano derecha. Sabedor de que, quizás, su ausencia podía descentrar a los suyos, pidió que le enderezaran de la mejor manera la fractura y siguió bajo los palos. Las imágenes, aunque no aptas para aprensivos, son de lo más elocuentes.

Sus compañeros supieron corresponder a su gesto. Perfectamente. En los instantes finales, del partido, y tras su arriesgada apuesta, el portero no tuvo que enfrentarse a ningún disparo. Pese a su ya mencionada irregularidad, quizás el subidón de adrenalilna provocado por la situación le habría permitido firmar alguna que otra gran actuación, como había hecho antaño. Para alivio de sus médicos (y a buen seguro también de él mismo), no le fue necesario llegar a ese extremo. Actualmente, tras su ya mencionado paso por el Racing y el Lausana, continúa la carrera que se fraguó en el Kriens, el Schaffhaussen, el Thun y el Grasshoppers en las filas del Leipzig. Sus actuales compañeros de vestuario, desde luego, pueden estar seguros de una cosa: Coltorti conoce el valor del sacrificio y tiene el coraje necesario para llevarlo a cabo. Aunque no tuviera que intervenir, su desafío al dolor espoleó a los suyos. Paró a sus rivales. Sin usar las manos.

jueves, 18 de julio de 2013

A ritmo de rock: Germán Burgos


Desde mi humilde punto de vista, la manera de entender la vida de un portero tiene mucho que ver con la que podría tener una estrella del rock más duro. Individualismo, rebeldía (¿a quién se le ocurre dedicarse a frustrar lo que, por definición, es el objetivo último del fútbol?), un carácter fuerte y, por qué no decirlo, a veces una cierta tendencia autodestructiva (lanzarse a los pies de un delantero o intentar frenar completamente un objeto esférico que se acerca a veces a 100 kilometros por hora serían algunos ejemplos de ello) son características que se pueden encontrar en ambos casos. Los dos, además, se crecen cuando se ven rodeados de focos y, si bien unos más que otros, es cierto, arrastran auténticas pasiones.

Por todo ello, no creo que sea muy raro que haya más de un guardameta que se deje seducir por los ritmos más salvajes. Víctor Valdés, por ejemplo, se declaró ya hace tiempo seguidor de AC/DC. David de Gea, mientras, no dudaba en mostrar a través de su cuenta de Twitter esta misma semana sus preferencias musicales, igual de contundentes. Que yo sepa, a ninguno le ha dado por coger un micro y plantarse encima de un escenario. Algo que sí ha estado haciendo el argentino Germán Burgos.

Nacido el 16 de abril de 1969 en Mar del Plata, y conocido futbolísticamente como El Mono, Burgos debutó como profesional en 1989 en Ferro Carril Oeste, club en el que permanecería durante cinco temporadas para pasar después a River Plate, entidad con la que consiguió sus mayores triunfos: cuatro torneos Apertura, un Clausura, la Copa Libertadores y la Supercopa Sudamericana. En 1999, cruzó el charco para incorporarse a las filas del Mallorca, su primer club en la Liga española. Tras un par de campañas, fichó por el Atlético de Madrid en 2001. Su carisma lo convirtió en uno de los símbolos del club colchonero, que había descendido a los infiernos de la Segunda División al acabar la temporada 1999-2000 y que lograría regresar a la máxima categoría del fútbol español con el argentino bajo palos. No es de extrañar que él, precisamente, fuera el protagonista de la campaña con la que se celebró el ascenso.

Como portero, desde luego, Burgos tenía muy grandes argumentos. Las notas que acompañan sus intervenciones en el vídeo, además, son de una de sus canciones, Bailando con la muerte. Algo que él mismo vivió muy de cerca en 2003. Tras diagnosticársele un cáncer de riñón, tuvo que dejar momentáneamente la práctica del fútbol para someterse a un tratamiento que resultó del todo exitoso. En 2004, no obstante, se decidió a colgar los guantes. Según dijo él mismo, tras matar al futbolista, era momento de dar paso del todo al rockero. The Garb, por sus iniciales, es el nombre de su última formación. Una de las anteriores había llevado el nombre de Simpatía, en referencia a la canción de los Rolling Stones Sympathy for the Devil.

Pero el gusanillo del fútbol seguía ahí. Ya se sabe. Como los rockeros, los viejos porteros nunca mueren. Esta vez, no obstante, cambió los guantes por el banquillo. Tras pasar por las filas del Racing de Avellaneda con Diego Simeone, se sumó a su aventura como técnico en el Atlético. Una aventura más que fructífera: por ahora, suma una Copa del Rey, una Supercopa de Europa y una Copa de la UEFA. Y, desde luego, sigue teniendo mucho carácter. Muchísimo. Durante un derbi con el Real Madrid, no dudó en encararse con el portugués José Mourinho lanzándole un desafiante "yo no soy Tito, yo te arranco la cabeza", en referencia al tristemente famoso incidente entre el luso y el actual primer entrenador del Barcelona. Muy posiblemente, le gusta vivir su vida como entrenador tal y como lo hacía como futbolista: a ritmo de rock.

jueves, 11 de julio de 2013

El dulce sabor de la venganza: Roberto Bonano


Para un portero, un penalti en contra es un caramelo... Envenenado. Nadie le reprochará que el balón acabé besando las redes de su portería. Se considera que el que lo lanza tiene todos los ases en la manga. El que tiene que pararlo, o por lo menos intentarlo, en cambio, tiene estadísticamente pocas opciones para lograrlo. Pero, más allá del cálculo de probabilidades, un penalti encajado no deja de ser un tanto encajado. Algo que a cualquier guardameta le duele más que cualquier balonazo. Por eso, no es extraño que, tal vez, ansíe vengarse. Sobre todo, si quien le ha batido es un colega.

El argentino Roberto Bonano, portero, entre otros, del River Plate y del Barcelona, pudo cobrarse esa suerte deuda. Por partida doble. José Luis Chilavert, guardameta paraguayo y gran especialista en el balón parado (a lo largo de su carrera consiguió más de 60 goles en partidos oficiales), fue a la vez su retador, su verdugo y su víctima. La Copa Mercosur, el escenario. Los detalles parecen casi sacados de un breve cuento futbolístico, como el que tal vez habría escrito su admirado Roberto Fontanerrosa, pero son reales. Cómo no, los dejaremos para el final.

Nacido el 24 de enero de 1970 en Rosario, Bonano se estrenó como profesional en las filas del Rosario Central en 1996. De su etapa en el club rosarino, según ha explicado él mismo, le causaría una profundísima impresión un fuerte choque con el delantero Juan Antonio Pizzi, que le costaría finalmente al atacante la pérdida de un riñón. Pizzi, lejos de renunciar a la práctica de este deporte, desarrolló una más que prolifica carrera con esta particularidad, pasando por las filas de clubes como el Tenerife, el Valencia, el River Plate, el Villarreal, el Oporto o el Barcelona, con el que conseguiría un tanto del todo providencial.

El propio Bonano también pasaría por las filas del Barcelona, club por el que fichó en 2001 y que necesitaba por aquel entonces asegurar bien su portería. No obstante, su paso no puede describirse como memorable, por mucho que dejara alguna que otra muestra de su calidad. Si bien fue titular en su primera temporada, en la segunda, con la irrupción de un jovencísimo Víctor Valdés, se vería relegado a la suplencia hasta que el de L'Hospitalet protagonizó su enfrentamiento con Van Gaal. Volvería a la portería tras ese incidente, pero, con la salida del técnico holandés y la llegada de Antic, a la postre sería Valdés de nuevo el propietario de la titularidad. El fichaje de Rustu, en 2003, lo dejó sin ficha, y acabaría incorporándose al Murcia, de donde pasaría posteriormente al Alavés, su último club como profesional, donde colgaría los guantes con 39 años.

Antes de dar su salto a Europa, no obstante, el meta argentino vivió los mejores años de su carrera en las filas de River Plate entre los años 1996 y 2001, entidad con la que conquistó tres torneos Apertura y dos Clausura de la Liga Argentina, así como una Copa Conmebol, una Copa Libertadores y una Supercopa Sudamericana. Incluso, marcó un gol defendiendo su camiseta. Cómo no, de penalti. Fue en la primera jornada de la Copa Mercosur, el 1 de agosto del año 2000. Aparentemente, Chilavert, un meta con una trabajada fama de fanfarrón, había puesto en cuestión sus cualidades. Quién sabe si se acordaba de una gran parada que le había hecho en 1999 y quería descentrarlo. El paraguayo empató de penalti el marcador cuando corría el minuto 38 de la primera parte, tras un tanto inicial de Leonel Gancedo. En la segunda mitad, Bonano insistió en lanzar él mismo otra pena máxima. Decisiva. Marcar podía poner otra vez en ventaja a su equipo. No le tembló el pulso y pudo paladear el dulce sabor de la venganza. Y de la victoria. River acabó ganando el duelo por 2-1.


jueves, 4 de julio de 2013

El goleador infiltrado: Rogério Ceni


Hace algunos años, una conocida marca de refrescos se metía en la cabeza de un portero que se preguntaba qué se siente al marcar un gol. Al final del anuncio, se decidía a correr y probar suerte, pero dejando en manos del espectador si logró o no el tanto, si alcanzó a paladear esa sensación. Una sensación que Jorge Campos, por ejemplo, conoce muy bien, aunque antes de marcar renunciaba a su puesto bajo los palos. Otros, en cambio, prefieren saborear ese momento sin dejar de lado los guantes. A veces, son soluciones de emergencia para casos desesperados, como bien lo saben Andrés Palop o Daniel Aranzubia, por citar dos acciones muy próximas para el aficionado a la Liga española. En otras ocasiones, en cambio, el meta se convierte en todo un experto en batir a sus homólogos en jugadas a balón parado, ya sea desde el punto de penalti o con un medido lanzamiento de falta. Ésa, en este caso, es la especialidad que mejor domina el veteranísimo Rogério Ceni, quien ya ha superado con creces el centenar de tantos marcados a lo largo de su longeva carrera deportiva.

El número 100, el que celebra en la imagen que se encuentra sobre estas líneas, tuvo una carga emotiva especial. No sólo por ser el centenario, sino también por cuál fue el rival que tuvo el, digámoslo así, honor de encajarlo: el Corinthians. Además, el tanto del arquero, tras la perfecta ejecución de un libre directo, sirvió para darle el triunfo a su equipo, que andaba entonces con 1-1 en el luminoso. Si alguien le apetece ver los 99 anteriores, aquí le dejo este enlace. La mayoría, cómo no, son desde el punto de penalti. Uno de los últimos, también lo ha anotado de esta manera. Curiosamente, otra vez contra el Corinthians. De forma mucho más plástica: a lo Panenka. Luego, eso sí, casi le pide perdón a su colega... Cosas de porteros...

Pero Rogério, nacido el 22 de enero de 1970 en Pato Branco, una localidad del estado de Paraná, perteneciente a la región sur del país, no sólo sabe marcar goles. Sólo faltaría. Tampoco se le da mal pararlos, por mucho que sea más que difícil encontrar recopilaciones de sus paradas en las que no se haga referencia también a sus goles. No en vano, lleva ya más de 20 años vistiendo los colores del Sao Paulo, cuya portería ya ha defendido en más de 1.000 ocasiones. Lleva en el club paulista desde 1990, tras pasar brevemente por el Sinop. Durante seis años, no obstante, estuvo a la sombra de otro de los grandes mitos que han defendido los tres palos del club brasileño, Zetti, titular hasta 1996, cuando se consumó su marcha al Santos.

Entre los títulos que ha conseguido este veterano arquero, se cuentan entre otros tres campeonatos brasileños, tres ligas paulistas, dos Copas Libertadores, una Intercontinental, conquistada ante el Milan en 1993, aunque con Zetti bajo los palos, reeditando el triunfo conseguido un año antes frente al Barcelona, o un Mundial de Clubes. Con la canarinha, cuya elástica llegó a defender en 16 ocasiones, se proclamó además campeón del mundo en el Mundial de Corea y Japón, si bien no llegó a jugar ningún partido. Marcos, compañero de quinta y portero del Palmeiras, fue en ese torneo el titular indiscutible para el entonces también seleccionador brasileño, Luis Felipe Scolari.. También cuenta con la Copa Confederaciones de 1997, si bien en ese caso Dida era inicialmente la primera opción bajo los palos.

A sus más de 40 años, Rogério sigue al pie del cañón. Asegura que tiene el espíritu competitivo de un chaval de 18. Además, en el vestuario es todo un referente. Como muestra, el discurso que pronunció ante sus compañeros antes de medirse al Atlético Mineiro de Ronaldinho en la Copa Libertadores en un duelo del todo decisivo. "Sólo depende de nosotros. Yo sé que creéis en Diós, ¿Acaso no creéis en Diós todos vosotros? Es el momento de subir al campo y ver a esos tipos allí arriba. Mirad hacia arriba, contemplad la oportunidad que Diós os ha dado en la vida a cada uno de vosotros. Como equipo, como ser humano, como hombre, como padre. Mirad la oportunidad que Diós está dando a cada uno de vosotros. Es el momento para hacer historia, para escribir nuestra historia", vino a decirles. Su inspiración valió un importante triunfo por 2-0 que les permitió acceder a la segunda fase del torneo. Gol de Rogério, de penalty, incluido. Semanas después, no obstante, el conjunto del Gaucho se cobraría su venganza, apeándolos del torneo en los octavos de final. Pero, por el momento, Rogério, un maestro en el balón parado, el goleador infiltrado que aprendió a batir a sus colegas enguantados defendiendo también la portería, quiere seguir haciendo historia.