jueves, 27 de junio de 2013

El muro de mármol: Gianluigi Buffon


Un tipo que nace en Carrara y que se decide por meterse a futbolista está predestinado, por así decirlo, a ser de lo más duro. Y quién sabe si también a protagonizar gestas dignas de hacerle una estatua. No hay que olvidar que el mármol de esta localidad italiana es quizás el más apreciado del mundo, el material con el que se esculpieron obras como el David de Miguel Ángel. Nuestro siguiente protagonista, el actual portero de la selección italiana y de la Juventus, Gianluigi Buffon, reúne sin duda las condiciones para ello. De familia deportista (sus padres se dedicaron al lanzamiento de peso y sus hermanas son jugadoras de voleibol) y onsiderado uno de los mejores porteros de todos los tiempos, con una impresionante planta que casi roza los dos metros y una agilidad felina, ha dejado sobre el terreno de juego incontables intervenciones dignas de un monumento.

A sus 35 años, cumplidos el pasado 28 de enero, Buffon cuenta con un palmarés admirable, al que sólo le falta la Liga de Campeones. El 28 de mayo de 2003 tuvo la oportunidad de rozarla con la punta de los dedos. En Old Trafford, se disputaba una final italiana, entre la Juventus, el segundo y en apariencia último club de la carrera del meta, y el Milan. El duelo, cómo no, con un Dida en plena forma en la meta rossonera y un Buffon tan infranqueable como de costumbre en la bianconera, se marchó irremisiblemente a la tanda de penaltis. Allí, el que fuera arquero brasileño del club lombardo se mostró más atinado que el juventino, por mucho que el espigado arquero se marcara sin duda la parada más espectacular de la velada a tiro de Seedorf.

Por mucho que se hubiera acostumbrado a coleccionar títulos con la Juve en Italia, Europa se resistía. Antes de aterrizar en Dell Alpi, no obstante, ya había experimentado que se siente al ganar un trofeo continental. Tanto con la selección, con el Europeo sub'21 alcanzado en 1996 en el Estadio Olímpico de Barcelona, si bien como suplente de Pagotto, como con su primer club, el Parma, con el que conquistó la Copa de la UEFA en 1999 tras imponerse en la final al Olympique de Marsella por un contuntende 3-0. Un año dorado, en el que sumó además la Copa y la Supercopa de Italia. En Parma, precisamente, protagonizó una de sus primeras polémicas. Fue acusado de antisemita y neonazi por querer llevar el dorsal 88, argumentando en su caso que le harían falta "dos pares de pelotas" para afrontar la temporada. Al final, eligió otro dorsal curioso, el 77. ¿El motivo? Según dijo, por que ese número simbolizaba "las piernas de las mujeres". En 2001, tras un trapaso récord, por unos 50 millones de euros, se incorporó a las filas de la Juventus como reemplazo de otro mito, Van der Sar, traspasado ese verano al Fulham.

Muchas veces, sus incontables seguidores preferirían que el bueno de Gianluigi fuera mudo. Incluso, celebró el triunfo del Milan en el Bernabéu en 2009 asegurando que "el Madrid todos los años da una o dos alegrías a los italianos". De lo que no cabe duda alguna es de su lealtad. En 2006, con el descenso obligado de categoría de la Juventus por un escándalo de arreglo de partidos, el meta fue de los pocos que apostó por no cambiar de aires. Un gesto que fue agradecido por la entidad publicando un anuncio a toda página en los principales diarios italianos. "Tu camiseta dice quién eres". El número 1. En Turín, el meta se dejó de experimentos raros. Con la caída a los infiernos del club bianconero, y como campeón del Mundo, tras la victoria de Italia ante Francia en el Mundial de Alemania, a Buffon no le habría costado demasiado encontrar destino. Pero se quedó. Decidió ser el muro de mármol de la Juve. Uno de los grandes argumentos con el que el club turinés ha logrado los dos últimos campeonatos del Calcio.

jueves, 20 de junio de 2013

El portero que despistó con el baile de San Vito: Bruce Grobbelaar


El penalti es una jugada muy curiosa en el fútbol. El portero no tiene nada que perder y sí mucho que ganar. Para el que lo lanza, en cambio, la presión puede ser del todo inaguantable. No es nada raro que los guardametas recurran a todo tipo de artimañas para poner, si cabe, incluso aún más nerviosos a los tipos que van a tratar de batirlos desde los 11 metros. Esos "truquitos" alcanzan desde la típica mirada desafiante, a un palmo de las narices del otro hasta decirle con gestos ostentosos al rival hacia dónde se van a tirar para pararlo. Y a veces, funcionan. Que se lo digan al azulgrana José Manuel Pinto, por ejemplo.

Quizás, quien más exageró con todo esto de la guerra psicológica fue el tipo que se encuentra sobre estas líneas: Bruce Grobbelaar. Los aficionados de la Roma se acordarán mucho de él. Seguro. Tanto como los del Liverpool, el club con el que vivió sus mayores éxitos. El motivo: la final de la Copa de Europa de 1984. Italianos e ingleses se medían sobre el césped del Olímpico de Roma. Se ve que eso de jugar una final en casa no suele sentar demasiado bien... El partido, con un al final inamovible 1-1, se fue a la tanda de penaltis. Y ahí se desató el show del meta "red". En primer lugar, sonriente, fingió que se comía la red, para acabar logrando que el encargado de ejecutar el, lanzamiento fallara. La papeleta, despúes de que Nicol marrara el primero de todos, tenía lo suyo.

Pero, no contento con su primera "actuación", y después de una actitud mucho menos histriónica en el tercer lanzamiento italiano, apostó por exagerar incluso aún más para enfrentarse al cuarto. Directamente, le dio el baile de San Vito... Y el contrario, otra vez, envió el balón a las nubes. Todo dependía ya en ese momento de la sangre fría de Allan Kennedy. Su lanzamiento se estrelló en el fondo de las mallas y los jugadores del Liverpool, entre ellos un tal Michael Robinson, pudieron alzar finalmente el trofeo.

Con 26 años, Grobbelaar había llegado a la culminación de su sueño de niño. Nacido en Durban, Sudáfrica, el 6 de octubre de 1957, siempre había querido ser portero, a pesar de que sus buenas maneras con el criquet le llevaran incluso a ganarse una beca de béisbol en los Estados Unidos. En Norteamérica, precisamente, pero en Canadá, dio sus primeros pasos serios como futbolista profesional. Mucho antes, ya había jugado con los Highlanders en Rhodesia, su primera patria de adopción, para la que llegó a jugar un amistoso con su selección. Otro de sus siguientes equipos, en Sudáfica, sería el Durban, que acabaría abandonando paradójicamente por sentirse discriminado. En una Sudáfrica en pleno apartheid, lamentó ser dejado de lado en un equipo mayoritariamente formado por jugadores de raza negra.

Tras un paso con pocas oportunidades por los Vancouver Whitecaps, que incluso lo cedieron al Crewe Alexandra inglés, acabó aterrizando en el Liverpool, el club con el que viviría sus mayores éxitos. Allí sumaría, entre otros trofeos, seis ligas, tres Copas y la Copa de Europa de 1984. También, allí viviría, de primera mano, la trágica final de Heysel, que provocaría la ausencia por sanción de los clubes ingleses en competiciones europeas durante cinco años, seis, en el caso del Liverpool, si bien el castigo inicial de la UEFA en el caso de los "reds" había sido de toda una década.

Grobbelaar, quien defendería la portería de la selección de Zimbabue, su otro país de adopción, por un buen puñado de tiempo, prolongó también su carrera en activo hasta más allá del medio siglo, pasando por las filas, entre otros, del Stoke City (como cedido por el Liverpool en sus últimos tiempos en Anfield, en este caso), el Plymouth o el Southampton, donde fue acusado de amañar partidos tras hacerse público un vídeo en el que hablaba de esa posibilidad. Si bien alegó que lo que intentaba era reunir pruebas contra esa práctica y al final de un proceso convulso no fue encontrado culpable de cargo alguno, el resultado su posterior demanda por libelo contra The Sun, el periódico que publicó tan graves acusaciones, no fue precisamente positivo. Aunque inicialmente ganó y se le pagaron 85.000 libras, en el posterior recurso del tabloide a los lords se condenó  al medio a pagarle una libra, el mínimo.. pero los costes judiciales cifrados en más de medio millón, se le cargaron al jugador, al observar los juristas indicios de deshonestidad. No pudo pagar y se declaro en bancarrota, pero tiempo después, en 2009, hasta se permitió protagonizar un anuncio bromeando al respecto... Eso sí, con su particular tembleque de piernas de por medio.

El meta mantiene su carisma intacto entre la afición del Liverpool. Incluso, abandonó momentáneamente su retiro en 2007 para jugar en el Glasshoughton Welfare, equipo de la localidad en que residía, acuciado por graves problemas económicos. Según dicen, estuvo a seis minutos de dejar su portería a cero. Ignoro si, en algún momento, para ello, Grobbelaar fue otra vez el portero que despistó con el baile de San Vito. Pero, a decir verdad, tampoco me extrañaría demasiado...

jueves, 13 de junio de 2013

Testigo directo de un "milagro": Peter Shilton


Algunas paradas parecen auténticos milagros. De ahí que algunos porteros sean directamente santificados por los aficionados al fútbol. Casillas o Preud'Homme son ejemplos de ello. También parece todo un milagro que un arquero sea capaz de jugar como profesional hasta casi el medio siglo de edad. El hombre que está sobre estas líneas, Peter Shilton, lo hizo. Quería llegar a los 1.000 partidos oficiales. Y lo consiguió. De hecho, hasta le sobraron cinco para ello. Cuando colgó de una vez por todas los guantes, en 1997, tenía ya 47 años. Es cierto que los guardametas suelen ser futbolistas especialmente longevos, pero lo de Shilton roza prácticamente lo insólito.

Nacido el 18 de septiembre de 1949 en Leicester, Inglaterra, se inició en esto del fútbol en las filas del Leicester City, con el que debutaría como profesional en 1966, el año en que la selección inglesa, los inventores de esto del fútbol, al fin y al cabo, habían conquistado el que hasta ahora es su único Mundial. El Leicester fue su primer club, pero no el último.  Ni mucho menos. En total, estuvo en la disciplina de hasta once entidades distintas, si bien con algunas de ellas no llegó a disputar ningún partido oficial. Además del Leicester, el Nottingham Forest, el Southampton, el Derby County, el Plymouth Argyle, donde fue jugador-entrenador, algo muy en boga en las islas, el Wimbledon, el Bolton Wanderers, el Coventry City, el West Ham United y el Leyton Orient contaron con sus servicios.

Sus mayores éxitos deportivos, no obstante, los consiguió en las filas del Nottinngham Forest, club con el que, entre otros títulos, levantó dos Copas de Europa. Cómo no, fue también el portero titular de la selección inglesa durante un buen puñado de tiempo. Se estrenó en 1970, ante lo que era entonces la República Federal de Alemania. De hecho, con 125 partidos en su haber, ostenta el récord inglés de entorchados internacionales. En ese elevado número de duelos, en los que protagonizó grandes intervenciones, sólo cometió un error, según asegura él mismo (de ahí que la objetividad, tal vez, brille por su ausencia).

Al intentar blocar el balón, en un decisivo encuentro ante Polonia, en 1973, el esférico se escurrió bajo su cuerpo y acabó alojado en el fondo de sus redes. Inglaterra empató, de penalti, mientras el propio Shilton, protagonizando la que sería después una célebre imagen, prefería no ver la ejecución de la pena máxima. El empate, no obstante no era suficiente para la selección inglesa, que acabó de esta manera quedando fuera del Mundial de Alemania. Los pros tampoco se clasificaron para el siguiente Mundial, el de Argentina, así que el estreno de Shilton en una cita mundialista se retrasó hasta 1982, cuando ya superaba la treintena. México, en 1986, e Italia, en 1990, y con un meritorio cuarto puesto final de los ingleses, también lo vieron bajo los palos.

En México, sufrió en sus propias carnes tanto el considerado mejor gol del siglo XX como, quizás, uno de los menos ortodoxos, ambos a manos (en el caso ominoso, nunca mejor dicho) de Diego Armando Maradona. Más de un cuarto de siglo después, el meta seguía dolido con el argentino, tal y como dejó entrever en algunas declaraciones ante los medios. Igual tampoco le hizo mucha gracia que se usara la famosa picardía del astro para promocionar el Mundial de Sudáfrica. Claro que, después de marcar con la que bautizó como "la mano de Dios", Maradona si se sacó de la chistera una jugada casi divina con la que sentenció el duelo.

Tras retirarse definitivamente del fútbol, y superar unos problemas económicos producto tanto de unas malas inversiones como del juego, Shilton, el portero que fue testigo directo de un "milagro", se convirtió en comentarista. Sus últimos tiempos, no obstante, no han estado tampoco exentos de polémicas. Este mismo año, ha sido acusado de conducir bajo los efectos del alcohol. Un mal hábito que, por desgracia, ya causó grandes problemas a otras estrellas británicas, como George Best o Paul Gascoigne.

jueves, 6 de junio de 2013

El portero que quería jugar un Mundial con gafas: Michel Preud'Homme


Bélgica ha dado al mundo del fútbol grandes porteros. Thibaut Courtois es sólo el más reciente de sus representantes. Muy posiblemente, el que será titular indiscutible en la meta de los "diablos rojos" (ese apodo, aparentemente, no pertenece en exclusiva al Manchester United) durante los próximos años. Entre sus predecesores, destaca este arquero con melena de mosquetero que se encuentras sobre estas líneas y que, por si en la imagen no ha quedado del todo claro, estaba patrocinado por la firma alemana Uhlsport en los primeros años de su carrera (sí, pretendo ser sarcástico. Espero haberlo conseguido). Su nombre: Michel Preud'Homme.

Nacido en Ougree, Bélgica, el 24 de enero de 1954, debutó en la élite con el Standard de Lieja en 1977, club al que se había incorporado cuando sólo contaba con 10 años. Tras casi una década defendiendo esa portería, en la que ganaría dos ligas, una Copa y una Supercopa, pasó al Malinas. También, por un largo periodo de tiempo. Si había estado nueve años en Lieja, pasaría allí otros ocho, tiempo en el que sumó a su palmarés otra liga, otra Copa, otra Supercopa y una Recopa. En 1994, con 35 años, y en apariencia más cerca de la retirada que de prolongar su carrera, fichó por el Benfica, convirtiéndose en el primer portero extranjero del en apariencia eternamente maldito club luso.

En 1994, además, había ganado la primera edición del trofeo Lev Yashin, con el que la FIFA distingue al mejor meta de un Mundial y que, desde 2010, recibe la denominación de Guante de Oro. ¿Su último ganador? El portero y capitán de la selección campeona: Iker Casillas. Preud'Homme, desde luego, tenía argumentos de sobra para ser merecedor de tal distinción. Cómo no, dejó un maravilloso recuerdo en el Benfica, club en el que, finalmente, colgaría los guantes en 1999, tras disputar un amistoso con el Bayern de Múnich en agosto. Durante un tiempo, incluso, fue el responsable de relaciones internacionales de la entidad lisboeta. Pero a Preud'Homme todavía le tiraba mucho estar en contacto con un balón, así que decidió probar suerte en los banquillos. Empezando, cómo no, por el Standard de Lieja, club con el que ganó una Liga. De ahí, pasaría al Gent, entidad con la que conquistó una Copa. Sumaría nuevos trofeos a su palamarés en Holanda, desde las filas del Twente, hasta recalar en el Al-Shabab saudí en 2011, club con el que conquistó otro título de Liga y que, más que satisfecho con sus cualidades como mánager, le amplió su contrato hasta 2016. No obstante, tras la destitución de Juan Carlos Garrido en el Brujas, a mediados de septiembre de 2013, el ex portero pactó su salida con la entidad saudí para incorporarse al conjunto belga como entrenador.

Como muchos grandes porteros, Preud'Homme tenía también sus particulares excentricidades. Aunque solía llevar lentillas, pidió permiso a la FIFA para jugar la fase final de Italia 90 con unas gafas de sol hechas según sus especificaciones, y en teoría irrompibles. Total, ya las había utilizado en algún amistoso.  El máximo organismo del fútbol mundial dijo que no había en aquel entonces ninguna regla que se lo impidiera, si bien debía consultarlo primero con el árbitro. El tiempo nuboso no le permitió estrenarlas ante Uruguay. Tampoco lo hizo frente a España. Ni en ninguno de los partidos que disputó la selección belga en ese torneo. Tampoco, si mal no recuerdo, en 1994, aunque allí algunos futbolistas, especialmente de la selección holandesa, llevaban lentillas con filtro solar. Si se puede jugar o no con gafas, sean de sol o correctoras, queda según el reglamento a criterio del árbitro, quien debe determinar si su uso puede suponer un peligro tanto para el que las lleva como para el resto de jugadores.

Preud'Homme dejó la selección belga en 1994, con una amarga derrota ante España (1-4) en la fase clasificatoria para la Eurocopa de 1996. El portero que quería jugar un Mundial con gafas decidió centrar los últimos años de su carrera única y exclusivamente en el Benfica, con el que, curiosamente, lograría una Copa portuguesa precisamente en 1996. La selección de su país, superada por la Roja y Dinamarca en la fase de clasificación, no sumó un nuevo torneo internacional en Inglaterra. Él, mientras, seguía haciendo paradas milagrosas en Lisboa. Aparentemente, fue santo incluso antes que Casillas: los aficionados del Benfica lo llamaban Saint Michel.