jueves, 30 de mayo de 2013

Un campeón perseguido por el infortunio: Nery Pumpido


El 29 de junio de 1986, Argentina vivió su última gran alegría mundialista. En un partido vibrante, derrotó a lo que era entonces la República Federal de Alemania (3-2) y se apuntó el segundo Campeonato del Mundo de su historia. El portero titular de la albiceleste en esa competición fue Carlos Nery Pumpido. El seleccionador, Carlos Salvador Bilardo, lo prefirió por encima de otro mito de la portería, Ubaldo Fillol. Pumpido, nacido el 30 de julio de 1957 en Monje, Santa Fe, ya sabía lo que era estar un evento de tamaña trascendencia: Menotti lo convocó como tercer portero para el Mundial de España, en 1982. Su debut bajo los palos defendiendo la camiseta de su selección, no obstante, no llegaría hasta 1983, ante Paraguay (no, no voy a hacer ningún chiste malo con juegos de palabras sobre el rival y sus condiciones como meta...).

El Mundial de México era su gran oportunidad. Y, desde luego, no la desaprovechó. Jugó todos los partidos, siete, en los que le marcaron cinco goles y fue capaz de mantener su portería a cero en tres ocasiones. Tuvo el privilegio de ver, a lo lejos, eso sí, tanto el que se considera como el mejor gol del siglo XX (convenientemente recreado en el siglo XXI por un tal Leo Messi) como toda una intervención divina, según aseguró el que fuera gran protagonisa de ambas acciones, Diego Armando Maradona. Levantar la Copa del Mundo llenó a Pumpido de felicidad. Tal vez, también de esperanza de repetir ese éxito cuatro años más tarde, en Italia. Una grave lesión, una fractura de tibia y peroné tras chocar con uno de sus compañeros en el duelo ante lo que era entonces todavía la Unión Soviética, no obstante, pondría punto y final a su participación en ese torneo y le daría la oportunidad de ser un héroe a Sergio Goycoechea, por mucho que la República Federal de Alemanía se cobrara la revancha en la final.

La fractura que sufrió Pumpido en Italia fue el tercer gran percance que le ocurrió tras alzar la Copa del Mundo en México y vivir un año 86 de ensueño, en el que también se llevó el triunfo tanto en la Copa Libertadores como en la Intercontinental, frente a un Steaua de Bucarest que había derrotado al Barcelona en la final de la Copa de Europa de Sevilla. En 1987, y después de padecer una fractura en un brazo que lo apartó de la Copa América, comprobó en sus propias carnes por qué es mucho más que muy aconsejable que los porteros se quiten los anillos antes de situarse bajo los palos. O, por lo menos, que no se quiten los guantes. Mientras se entrenaba con River Plate, equipo en el que aterrizó tras estrenarse con el Unió de Santa Fe y jugar un tiempo en Vélez Sarsfield, su alianza se enganchó con una argolla del travesaño mientras practicaba unos saltos. El resultado: la amputación traumática del anular de la mano izquierda.

Pumpido fue operado de urgencia para reimplantarle el dedo. Aunque los médicos temían que perdiera mucha sensibilidad y que le fuera imposible volver a jugar, regresó a su puesto bajo los palos. En el Betis, entre las temporadas 1988-89, 1988-89 y 1989-90, tuvieron oportunidad de ver su desempeño. Tras recuperarse de su grave lesión en la pierna, regresó a su primer club, el Unión de Santa Fe, donde colgaría finalmente los guantes en 1992. Allí, precisamente, inició también su carrera como técnico. Tras pasar por las filas del Olimpia de Asunción paraguayo, en dos etapas, de los Tigres de la Universidad Autónoma de Nueva León, en México, de Newell's Old Boys, de los Tiburones Rojos de Veracruz, del Al Shabab, en Arabia Saudí, y del Godoy Cruz argentino, volvió de nuevo a la Unión de Santa Fe en septiembre de 2012, si bien perdió finalmente su cargo antes de que acabara el año. A pesar del tránsito de los años, parece que el arquero que defendió la portería de Argentina en su último gran triunfo mundialista sigue siendo un campeón perseguido por el infortunio.  

miércoles, 22 de mayo de 2013

Marcando territorio: Sergio Goycoechea


Estar en el lugar adecuado en el momento más oportuno (o a veces, todo lo contrario) es una de las fórmulas mágicas para convertirse en un héroe. El argentino Sergio Goycoechea puede atestiguarlo en primera persona. En 1990, en el Mundial de Italia, el puesto bajo los palos le correspondía a Nery Pumpido. El entonces portero del Betis ya se había proclamado campeón del mundo en 1986 con la albiceleste y, a pesar de un grave percance sufrido en 1987, partía de nuevo como titular para su seleccionador, Carlos Bilardo. La derrota por 1-0 ante la sorprendente Camerún de Roger Milla fue, quizás, el primer mal presagio para Pumpido. Ante lo que era entonces aún la Unión Soviética, esas malas sensaciones acabaron por cumplirse. En un choque con uno de sus propios defensas, se rompió la pierna. El Mundial se había acabado para él. Para Goycoechea, en cambio, se abría una oportunidad única. Sus actuaciones, al fin y al cabo, fueron determinantes para que Argentina llegara a la final, aunque lo que era aún en 1990 la República Federal de Alemania acabara llevándose finalmente el título.

Nacido en Lima, Buenos Aires, el 17 de octubre de 1963, la suya es otra historia de todo un trotamundos del fútbol. Jugó para 12 clubes diferentes. Incluso, con una brevísima incursión en Europa, a la estela de sus éxitos en el Mundial de Italia, en las filas del Brest Francés. La mayoría de su carrera se desarrolló en su Argentina natal: el Lima Football Club, el Club Atlético Defensores Unidos (no me negarán que el nombre del equipo resulta ideal para un portero, ¿verdad?), el River Plate, en dos etapas, el Racing de Avellaneda, el Mandiyú, el Vélez Sarsfield y el Newell's Old Boys, club en el que colgó los guantes, en 1999, y en el que Messi asegura que le gustaría jugar antes de retirarse, dentro de muchos años, lo vieron bajo los palos. También se encargó de defender el marco de Millonarios de Bogotá, en Colombia, o de los paraguayos Cerro Porteña y Olimpia. En cuanto a títulos, ganó dos ligas, una Copa Libertadores, una Copa Intercontinental y una Copa Interamericana con River, así como una liga con Millonarios.

A nivel de selección, además del subcampeonato del mundo con Argentina en 1990, sumó, entre otros títulos, dos trofeos de la Copa América y una Copa Confederaciones. Todo parecía indicar que en Estados Unidos, en 1994, se encargaría de nuevo de defender la portería de su selección para intentar un nuevo asalto al título. Pero no. Un contundente 5-0 encajado ante Colombia lo llevó a caer en desgracia. En la primera copa del mundo de fútbol que se disputaba en territorio yankee, el portero titular acabaría siendo Luis Islas. Aunque, por desgracia para los aficionados argentinos, todo el protagonismo de la albiceleste en ese torneo se lo llevaría Diego Armando Maradona, y no precisamente por sus enormes dotes futbolísticas. Pocos días después de celebrar el que fue su último gol con su selección, dio positivo en un control antidopaje y fue expulsado del torneo, por mucho de que el gran astro argentino tratara de justificar la presencia de varias sustancias prohibidas en su organismo con la toma de un medicamento para la gripe.

En 1986, Maradona fue decisivo para Argentina. En 1990, en cambio, gran parte de las opciones de la albiceleste para revalidar el título pasaron por las manos de Goycoechea y su gran especialidad: tenía un don  a la hora de enfrentarse a los delanteros en los penaltis. Realizó una gran actuación ante Yugoslavia en cuartos de final y repitió en semifinales, frente a la anfitriona, Italia. Evitó que Donadoni y Serena marcaran y bien a punto estuvo de hacer lo propio con Baggio. En la final, ante Alemania, a punto estuvo de quitarle el tanto de la gloria a Brehme, quien lanzó un tiro ajustadísimo, sabedor del habitual buen desempeño del meta en esas lides. Lo que no sabía, seguro, era el particular ritual que empleaba el arquero, según ha llegado a confesar él mismo. Por así decirlo, liberaba la vejiga en pleno partido. Eso sí, con la complicidad de todos sus compañeros. Vamos, que se enfrentaba a los penaltis marcando territorio, de la manera más animal posible. Y, aunque fuera una costumbre un tanto extraña, hay que admitir que, por lo menos algunas veces, le dio resultado.

martes, 14 de mayo de 2013

Enfrentarse a un balón para mitigar la pena: Hugo Lloris


Es algo que no se puede evitar. Desde que los agentes de Víctor Valdés anunciaron que el meta del que ha sido quizás el mejor Barça de la historia apostará por acabar su carrera lejos del club azulgrana, la lista de posibles relevos se ha hecho prácticamente interminable. Entre ellos, cómo no, ha sonado también el del actual portero titular y capitán de la selección francesa: Hugo Lloris.

Su incorporación, desde luego, no sería para nada fácil. El Tottenham lo fichó casi cuando estaba a punto de cerrarse el plazo para las incorporaciones para una temporada, la 2012-2013, que ya está tocando a su fin. Su traspaso supuso un desembolso de 10 millones de euros, más otros cinco variables. Apostaron muy fuerte por él, y se antoja complicado que lo dejen escapar, salvo que haya una buena cantidad económica de por medio. Nacido en Niza, el 26 de diciembre de 1986, su perfil parece encajar como un guante para los requisitos de un club como el Barça. Joven, con excelentes reflejos, buena capacidad en el uno contra uno y con carácter suficiente como para no sucumbir a la presión de una entidad como la barcelonista. Formado en las categorías inferiores del Niza y miembro de una familia acomodada (su madre era abogado y su padre es banquero), debutó como profesional en el equipo de su ciudad en 2005 para pasar en 2008 al Olympique de Lyon, club con el que cosechó sus primeros títulos: la Copa de Francia en la temporada 2011-2012 y la Supercopa francesa 2012.

A nivel personal, además, fue elegido mejor guardameta de la competición gala en tres temporadas, dos de ellas seguidas, la 2008-2009 y 2009-2010, así como en la 2011-2012. Su estreno como capitán de la selección francesa absoluta, con la que debutó en 2008, no pudo tener mejor sabor de boca para él: un triunfo ante Inglaterra en Wembley por 1-2. Lloris no sólo brilló de jovencito como portero: también podría haber sido un gran tenista. Quizás, perseguir con la mirada una pelota tan pequeña y tan rápida ayuda a explicar en parte sus impresionantes actuaciones bajo los palos.

Aunque le definen como alguien tranquilo y modesto, Lloris tiene carácter de sobra para jugar en cualquier equipo. La vida le obligó a demostrarlo de la manera más dura. En 2008, dos días después del repentino fallecimiento de su madre, el joven guardameta rechazó el permiso que estaba dispuesto a darle su técnico y eligió jugar con el Niza. El fútbol fue la manera de combatir el dolor, de secar sus lágrimas. En definitiva, eligió enfrentarse a un balón para mitigar la pena. Las paradas que hizo en ese partido, desde luego, tuvieron a buen seguro una sentida dedicatoria.

jueves, 2 de mayo de 2013

Su adiós, en un sueño: Ivan Turina


Los tiempos actuales andan plagados de dramas. Demasiados. Por eso, no apetece nada en principio escribir sobre otro. Uno más entre tantos. Todas las muertes son tristes. Sean de famosos o de anónimos. De deportistas o de oficinistas. Violentas o tranquilas. El 2 de mayo de 2013 el croata Ivan Turina tuvo el infortunio de unirse a la lista de nombres de futbolistas fallecidos en activo. Murió en su casa en Solna, mientras dormía. Su esposa, embarazada de su tercer hijo, que se unirá a las gemelas que tuvo la pareja hace prácticamente un año, no se dio cuenta de nada hasta la mañana siguiente. Un paralelismo y a la vez una diferencia con el también triste fallecimiento del que fuera capitán del Espanyol, Dani Jarque.

Turina, nacido el 3 de octubre de 1980 en Zagreb, en lo que era entonces la antigua Yugoslavia, inició su carrera como profesional en el Dinamo de Zagreb en 1998. Tras encadenar varias cesiones, fue traspasado en 2007 al Skoda Shanti de la liga griega. Allí permaneció durante una temporada, sin apenas contar minutos. El Lech Poznan, en 2008, se convirtió en otro breve y desafortunado destino antes de volver a casa, al Dinamo de Zagreb. Tras entrenarse con el equipo durante algunos meses, en 2010 se le ofreció un contrato corto para jugar hasta el final de la campaña 2009-2010. Sin embargo, no llegaría a cumplirlo. Otra vez sin minutos, y tras permanecer varios días a prueba, firmó finalmente por el AIK Solna sueco. Inicialmente, hasta 2013. Ahí, por fin, encontró este espigado guardameta su sitio. Ahí pudo desplegar la mejor versíón de su juego.

Poco a poco, se ganó el respeto y la admiración de sus nuevos aficionados. Tanto es así, que el club, en febrero de 2013, decidió prorrogar su contrato por tres temporadas más, hasta 2016. Al fin todo le iba bien. Era muy bien considerado como portero, vivía en Suecia con su esposa, con sus dos hijas y esperaba la llegada de un nuevo miembro de la familia. La vida, por fin, le sonreía. Hasta que, por avatares del destino, decidió abandonarlo. En apareciencia, dulcemente, sin estridencias. Turina pronunció su adiós en un sueño. Sirvan estas humildes líneas como sencillo homenaje.