miércoles, 27 de marzo de 2013

Una calamidad de portero: David James


Los ingleses inventaron esto del fútbol. Eso es del todo innegable. Por eso mismo, resulta cuanto menos curioso que, prácticamente en las últimas dos décadas, no hayan sido capaces de encontrar un meta en condiciones. Tanto llegaron a sufrir con eso que incluso se rumoreó con la posibilidad de que le ofrecieran nacionalizarse inglés tanto al bueno de Manolo Almunia, ex portero entre otros del Arsenal, como a Kasper Schmeichel, hijo del mítico Peter, el Gran Danés. Uno de los tipos que defendió la meta inglesa en esta suerte de travesía del desierto a la que, quizás, podrían poner freno los jóvenes Joe Hart o Fraser Forster fue, precisamente, el que se encuentra sobre estas líneas: David James. Sus propios aficionados le otorgaron un curioso apodo: Calamity James. Un juego de palabras en referencia a la famosa pistolera y a algunas de las burradas de que era capaz bajo los palos.

Nacido en Welwyn Garden City, el 1 de agosto de 1970, se inició como guardameta en el Watford, equipo famoso por haber sido presidido durante un tiempo por uno de sus más fanáticos fans, sir Elton John, y que ha vuelto recientemente a la popularidad gracias al salero de un periodista y su animada conversación con la actriz Mila Kunis. Se ve que el chaval le cayó simpático... Volviendo de nuevo al bueno de David James, tras debutar como profesional en el mismo Watford, curiosamente el actual club de Almunia, pasó después por un buen número de equipos de la Premier: el Liverpool, el Aston Villa, el West Ham, el Manchester City y el Portsmouth, con el que descendió a la segunda división inglesa y que actualmente milita en lo que sería el equivalente a la Segunda B española. Pasó después por el Bristol, aún en la segunda división inglesa y tuvo un paso aún más fugaz por el también modesto Bournemouth, con el que rompió de común acuerdo su contrato este mismo mes de marzo. A sus 42 años, se resiste a colgar los guantes, y está dispuesto incluso a enrolarse en la liga islandesa. Es decir eso, pensar en un tipo como Gudjohnsen y echarme a temblar... Directamente...

Muy pocos títulos adornan su palmarés: una Copa de la Liga inglesa, conquistada con el Liverpool en 1995, y una Copa inglesa, alcanzada con el Portsmouth en 2008, dos años antes de la caída en picado de ese equipo. Su planta le permitió ser modelo para varias marcas de ropa y, además, se ha destacado por un fuerte activismo benéfico. Entre otras acciones, dona sus ingresos por una columna que publica en The Observer, participó en una campaña de concienciación sobre el sida en Malawi y su fundación privada beca a un estudiante de ese país para que curse un master en la universidad de Westminster. Además, también realizó las ilustraciones para un libro infantil, Harry's Magic Pockets: The Circus, escrito por su amigo Steve Pearson. Calamidad, desde luego, rima con caridad. Hasta en inglés. Por toda su labor, la Reina de Inglaterra le concedió el año pasado la entrada en la Orden del Imperio Británico.

Pese a su apodo, el tipo no es tan malo bajo los palos como pudiera parecer. Lo que le condena es la irregularidad. Una auténtica calamidad de portero, muy posiblemente, no tendría el récord de mayor número de partidos con la portería a cero de la Premier League. Aun con su aspecto desgarbado, es capaz de acciones como éstas. Sus compatriotas, visto lo visto, quizás hubieran deseado que hubiera jugado con los ojos vendados muchos de sus partidos.

lunes, 18 de marzo de 2013

Un gol cada tres minutos: Nicky Salapu


Que tu equipo marque 31 goles, seguro, es motivo de alborozo. Encajarlos, todo lo contrario. No sé si el bueno de Nicky Salapu, el meta que está sobre estas líneas, llegó a plantearse fingir una lesión cuando el marcador del partido entre la selección de Australia y la de su país, la Samoa Americana, todavía no había llegado, por poco, a los dos digitos. Algo poco habitual, pero tampoco del todo extraño. O si se planteó hacerlo después de que el tanto número 12 subiera al marcador, un poco por encima de la media hora de juego. Algo que logró la Roja contra Malta, pero con mucho más suspense y sufrimiento. La pesadilla para el bueno de Nicky no se acabó en eso. Qué va. Todavía iba a encajar 19 tantos más en lo que restaba de partido. Archie Thompson marcó 13 goles en un encuentro que se convirtió en toda una tortura para el pobre meta, por mucho que lograra evitar algún tanto. Como muestra, un botón. Prefiero no pensar qué habría sido del poco atinado arquero si le hubieran pillado por banda Leo Messi o Cristiano Ronaldo...

Actualmente, después de jugar ocho años en un equipo de su país, protagonizar al parecer un brevísimo paso por un equipo de la división más baja de la liga austríaca y tener otra fulgurante experiencia en el Mitra Kukar indonesio, Salapu se encuentra sin equipo. Posiblemente, el hecho de haber encajado 145 goles en los 17 partidos internacionales que ha disputado no genere demasiada confianza entre los posibles interesados en contratar los servicios de un meta internacional. Sus números podrían ser incluso peores. En 2007, perdió un avión para viajar hasta su país, donde se disputaban los Juegos del Pacífico, y su puesto fue ocupado por un joven de 17 años, Jordan Penitusi, que se llevó 38 goles en contra en los duelos que disputó ante las Islas Salomón (1-12), Samoa (0-7), Vanuatu (0-15) y Tonga (0-4).

Pero me temo que el fútbol, tarde o temprano, acaba premiando a los que mantienen la fe. En noviembre de 2011, Salapu pudo saborear al fin la gloria internacional. Su equipo se impuso a Tonga por 2-1. Diez años después del 31-0 frente a Australia, al fin sumaba una victoria con su país. El gran chasco de la clasificación para el Mundial de Corea y Japón de 2002 dio paso a un breve momento de alegría en la clasificación para el Mundial de Brasil, previsto para 2014. Su felicidad quizás habría sido del todo completa si hubiera logrado dejar su marco a cero. Pero bueno, encajar sólo un tanto tampoco debió sentarle nada mal a aquel meta que, una vez, vio como los rivales le marcaban un gol cada tres minutos.

lunes, 4 de marzo de 2013

El gigante volador: Peter Schmeichel


Es casi una norma no escrita. Los porteros más bajitos suelen ser ágiles, rápidos, explosivos. Los más altos, en cambio, se mueven de manera más pesada, pero igualmente efectiva. Del primer caso, por ejemplo, podemos citar al Gatu Juan Carlos Ablanedo, durante muchos años incansable guardián del Sporting. Del segundo, a Andoni Cedrún, arquero del Zaragoza. Pero, a veces, hay excepciones. En los últimos años, cada vez más habituales. Gianluigi Buffon, toda una atalaya, es capaz de realizar saltos prodigiosos. Igual que David de Gea, en cuyas grandes intervenciones se fundamentó el empate del Manchester United (1-1) en su última visita al Bernabéu. Pero uno de los primeros en aunar altura y agilidad fue, precisamente, uno de los predecesores del meta madrileño en la portería de los red devils: Peter Schmeichel.

Nacido en Gladsaxe, el 18 de noviembre de 1963, llegará este año al medio siglo. Su planta, casi de armario ropero más que de futbolista, no llevaba a nadie a sospechar las increíbles acrobacias que era capaz de ejecutar bajo los palos. Tras iniciarse como profesional en su país, dio el gran salto cualitativo en su carrera en 1991, cuando dejó el Brondby para enrolarse en las filasl del Manchester United. Allí, bajo las órdenes del eterno sir Alex Ferguson, viviría sus más grandes éxitos a nivel de club. Con el United conquistó, entre otros trofeos, cinco títulos de la Premier League, cinco Copas inglesas y la Champions de 1999, que vivió un final sencillamente no apto para cardíacos en el Camp Nou. Sus excelentes condiciones como arquero le granjearon una bien merecida fama, lo que llevó a su patrocinador deportivo a personalizar sus guantes incluyendo la S de su apellido en el dorso, algo que normalmente reservaba bien para porteros alemanes o que jugaran en la Bundesliga.

Quizás, a esa marca germana no le sentaría demasiado bien que una de las mejores paradas del arquero, conocido en inglaterra como el Gran Danés, por motivos obvios y en este caso nada perrunos, la realizara precisamente contra la selección alemana, en la Eurocopa de 1992. Dinamarca no se había clasificado, pero la exclusión de una Yugoslavia inmersa en plena Guerra de los Balcanes le abrió las puertas del torneo. Los daneses estaban casi de vacaciones. Jugaron sin presión, para divertirse. Un poco, como la Bulgaria de 1994. En su caso, no obstante, no se conformaron con un cuarto puesto: se llevaron el torneo. Y una enorme parte del mérito estuvo en las manos de Schmeichel, capaz de parar un penalti decisivo a Marco van Basten en las semifinales y de dejar su meta a cero incluso ante un tremendo cabezazo de Klinsmann en la final.

A lo largo de su carrera, Schmeichel no se dedicó sólo a salvar goles. También marcó algunos. El primero con el Manchester lo consiguió en la Copa de la UEFA, ante el Rotor de Volvogrado, en 1995. Fue un tanto estéril, que no pudo enjuagar los dos conseguidos por el rival en Old Trafford y que convirtió en insuficiente el conseguido por los red devils en la ida. Incluso marcó de chilena con el United en la Copa inglesa, si bien el tanto fue justamente anulado por fuera de juego. Entre sus honores, además, está el de haber sido el primer portero que marcó un gol en la Premier, si bien eso lo hizo desde las filas del Aston Villa, tras pasar primero por el Sporting de Portugal y acabar concluyendo su carrera deportiva en el Manchester City, algo que, a buen seguro, no gustaría demasiado a los seguidores más radicales del United. Sobre todo, porque fue capaz de dejar su portería a cero en las dos ocasiones en las que se enfrentó a su ex equipo en la liga. Hasta su hijo Kasper ha defendido en dos temporadas diferentes la meta del eterno enemigo íntimo de los red devils.

Pero, quizás, recordar todos los títulos que llegaron de la mano de Schmeichel, o de sus manos, mejor dicho, fue el mejor bálsamo para que sus antiguos fans más fieles mantuvieran su eterna devoción hacia aquel gigante volador. Un portero capaz de realizar paradas que acababan siendo sinceramente aplaudidas hasta por el arquero rival. Algo nada extraño entre guardametas, pero no por ello menos destacable.