lunes, 10 de diciembre de 2012

El campeón que se convirtió en cebo: Andreas Kopke


La portería del Barcelona es una de las más exigentes del mundo. Los encargados de defenderla deben tener un carácter especial. Una fuerza especial. Puede ser una atalaya. O una hoguera cruel. En verano de 1996, precipitada ya la salida de Johan Cruyff, quien dos años antes había sentenciado a su hasta entonces último propietario indiscutible, Andoni Zubizarreta, se avecinaban grandes cambios para el conjunto azulgrana. Bobby Robson, escudado por un Jose Mourinho muy lejos aún de convertirse en lo que es ahora, por mucho que apuntara maneras, iba a tomar las riendas. Y el presidente barcelonista, Josep Lluís Núñez, estaba dispuesto a tirar la casa por la ventana. El mercado, además, se había ampliado considerablemente. Gracias a la sentencia Bosman, los jugadores europeos no iban a ocupar plaza de extranjero en ningún país del mercado común. Ya no había cuotas. El único límite era la cartera.

El Barça, aparentemente, se fijó en un veteranísimo portero que se había convertido en héroe en el ocaso de su carrera. Andreas Kopke, quien había permanecido durante gran parte de su carrera en la selección germana a la sombra de Bodo Illgner, aprovechó la Eurocopa de 1996 para resarcirse de su nulo protagonismo en una selección que tocó el cielo en el Mundial de Italia 90, lo acarició en la Eurocopa de Suecia en 1992 y que se vio sorprendida por la mejor Bulgaria de todos los tiempos en el Mundial de Estados Unidos, en 1994. A nivel individual, había sido elegido mejor jugador de Alemania en 1993. Tres años después, la semifinal ante la anfitriona, Inglaterra, le aupó a los altares. Las tablas llevaron a la tanda de penaltis. Ninguno de los dos equipos desaprovechó sus primeros cinco lanzamientos. Pero, al llegar la muerte súbita, Kopke evitó el tanto de Southgate y abrió el camino para el pase de su equipo a la final. Allí, el fallo de un meta que ya ha aparecido por estos lares, Petr Kouba, acabó por conceder el trofeo a Alemania.

Los astros parecían alineados para concederle un final de carrera de ensueño. Nacido en Kiel, el 12 de marzo de 1962, Kopke estaba ya en el ocaso de su trayectoria deportiva, si bien podían quedarle aún tres o cuatro años a un nivel más que aceptable. Los metas son los futbolístas más longevos. Dino Zoff, por ejemplo, consiguió levantar con Italia el Mundial de España, en 1982, cuando contaba ya con algo más de 40 años. ¿El rival de los transalpinos? Alemania. Cómo no. Su destacada Eurocopa estaba a punto de abrirle las puertas del Barcelona. Hasta salió sonriente de las oficinas del club azulgrana, con todo prácticamente hecho para cerrar su fichaje. Un preacuerdo con el Stuttgart, no obstante, fue el gran escollo para que el Eintracht de Frankfurt, su entonces equipo tras pasar, entre otros, por el Hertha de Berlín y el Nuremberg, diera paso al conjunto barcelonista. Además, el gran favorito de Robson, el nuevo responsable del banquillo del Camp Nou, era un Vítor Baía con el que ya había coincidido en el Oporto. Los coqueteos del Barça con Kopke precipitaron al fin su llegada, previo pago de unos seis millones de euros, una auténtica salvajada para la época. Ronaldo, con todo lo que fue en la campaña 1996-97, había costado el doble.

Las puertas del Barça se cerraron, pero se abrieron las del Olympique de Marsella, conjunto cuyas redes defendió entre 1996 y 1998 antes de regresar de nuevo al Nuremberg, donde colgaría definitivamente los guantes en 2001, aquellos que solía lavar él mismo con agua fría el día antes de los partidos. Manías de porteros. Tres años antes de retirarse dejó la selecció alemana, llevándose un último recuerdo amargo. Su último partido oficial fue una derrota por 3-0 ante Croacia, en los cuartos de final del Mundial de Francia, en 1998. Actualmente, no obstante, es el entrenador de porteros de la selección alemana. Se toma su trabajo muy en serio. Una chuleta que le dio a Jens Lehmann resultó al final crucial para que Alemania se abriera paso ante Argentina en los cuartos de final del Mundial de 2006, jugado en casa, tras llegar a la tantas veces cruel tanda de penaltis.

Pero esa no es la única anécdota que adorna su carrera. En la temporada 1993-94, encajó lo que en la Bundesliga se considera como el paradigma de gol fantasma, a botas de Helmer. Aunque el balón no llega a traspasar en ningún momento la línea de gol, el colegiado lo dio por bueno. Poco antes, eso sí, ya había logrado un auténtico golazo. El duelo acabó con triunfo para el Bayern de Múnich ante el Nuremberg, el equipo de Kopke, por 2-1. La liga alemana, no obstasnte, reconoció el error y mandó repetir el encuentro. Algo que, posiblemente, el bueno de Andy Kopke hubiera preferido que no hubiera pasado. Del 2-1 se pasó al 5-0. Posiblemente, uno de los momentos más incómodos de su carrera. A la altura de aquella vez en la que el Barça, aparentemente, utilizó a todo un campeón de la Eurocopa para cazar con reclamo, cuando el propio Kopke fue el cebo que precipitó la llegada de Vítor Baía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.