martes, 6 de noviembre de 2012

El dolor insufrible: Robert Enke


El día 10 se cumplen tres años de la inesperada muerte de Robert Enke. El portero alemán, ex jugador, entre otros, del Benfica, el Barcelona o el Hannover, decidió acabar con su vida arrojándose al paso de un tren. En ese momento, su carrera deportiva parecía estar enderezándose. Tras iniciar una racha francamente mala en el club azulgrana, una entidad en franca caída libre por aquel entonces, en 2002, había recuperado aparentemente su mejor forma en las filas del Hannover. Su vida personal, no obstante, venía siendo un infierno desde finales de 2006.

En lo deportivo, Enke, incluso, se había convertido en la primera opción para un portería tan endiabladamente exigente como es la de la selección alemana. Así se lo había asegurado el entonces seleccionador, Joachim Low, por mucho que una afección intestinal lo hubiera apartado de los dos partidos más descisivos para los germanos. Mucho se especuló en los días posteriores a su fallecimiento con la posibilidad de que el meta, aquejado por frecuentes depresiones, hubiera desarrollado un miedo irrefrenable al fracaso. Ignoro si ése fue realmente el caso, pero personalmente prefiero pensar que fue otra tragedia, una de verdad, la que acabó por empujarlo a tomar tan terrible decisión. El fallecimiento de su hija biológica, Lara, a los dos años de edad, en 2006, por un problema cardíaco congénito, fue al final una losa demasiado pesada. Abrumadora.

Hasta entonces, Enke había encajado muchos golpes a lo largo de su carrera como guardameta. En las filas del Benfica, por ejemplo, vio como el Celta le endosaba un contundentísimo 7-0 en los dieciseisavos de final de la Copa de la UEFA que, obviamente, acabó por suponer la eliminación del conjunto lisboeta en la temporada 1999-2000. Eso, no obstante, no fue para nada un lastre a la hora de que el Barcelona, en búsqueda desesperada de un relevo a la altura de Zubizarreta, el último guardameta capaz de permanecer hasta ese momento como titular indiscutible durante ocho temporadas, hasta la irrupción de Valdés, apostara por él y lo incorporara a sus filas tras finalizar su contrato con el Benfica. El club azulgrana pujó fuerte por él y acabó por contratarlo, en competencia con otras entidades, como el Espanyol, que también se había interesado por sus servicios.

Al alemán, no obstante, volvió a serle esquiva la suerte en Barcelona. La irrupción de un Valdés en ciernes y las preferencias de Van Gaal por Bonano le dejaron con pocas opciones de jugar. Y, en una de ellas, llegó la eliminación ante el Novelda, en la Copa del Rey. Feo fue también el gesto de Frank de Boer, entonces central barcelonista, que culpó abiertamente al meta de la debacle, por mucho que él tampoco andara del todo fino en ese encuentro. El relevo de Van Gaal por Antic, en un Barça en caída libre, no obstante, tampoco le fue favorable al meta germano. La portería, desde entonces y hasta ahora, fue propiedad casi exclusiva de Valdés.

No sólo eso. Con la llegada a la presidencia de Joan Laporta, aumentó aún más la competencia en su puesto. El nuevo presidente azulgrana llegó con el fichaje de Rustu Recber bajo el brazo. En principio, todo parecía indicar que el internacional turco sería el títular, Valdés el suplente y que Enke no tendría apenas opciones. Rijkaard apostó finalmente por el canterano, y el meta alemán buscó una salida con una efímera cesión al Fenerbahce, club de origen de Rustu. Sólo llegó a jugar un partido. La derrota, por 0-3, ante el Istanbulspor, le puso de nuevo cara a cara con la máxima expresión de la crueldad en el fútbol. Esta vez, fueron los aficionados propios, no un compañero, quienes se ensañaron con él, arrojándole toda clase de objetos desde el fondo, culpándolo otra vez de la derrota.

El club turco rompió su contrato y Enke volvió a Barcelona para acabar jugando de nuevo como cedido en el Tenerife, en Segunda División. El meta parecía resignarse a no volver a la élite, pero el Hannover vino al rescate. Volvió a la Bundesliga y allí recuperó sus mejores sensaciones, volvió a sentirse portero. Incluso escaló hasta alzarse con la titularidad de la selección alemana, un equipo que técnicamente no existía cuando él nació, el 24 de agosto de 1977, en lo que entonces era la República Democrática Alemana. La Eurocopa de 1992, con la derrota en la final ante la sorprendente Dinamarca, fue el primer gran torneo futbolístico para la Alemania reunificada, dividida en dos tras la Segunda Guerra Mundial.

Enke parecía haberse agigantado tras superar tantos sinsabores. Incluso, parecía que su vida personal volvía a estar encarrilada. En mayo de 2009, muchos meses antes de su trágica decisión, adoptó a una niña, Leila, junto con su mujer, la ex pentatleta Teresa Reim, ferviente activista por los derechos de los animales. El fútbol le sonreía, el destino empezaba a volver a hacerlo, pero en su corazón había una sombra de la que no podía deshacerse. Un dolor insufrible que, al final, le abocó a quitarse la vida.

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