martes, 27 de noviembre de 2012

Inspirado por los ancianos maestros: Ricardo


La tensión era insoportable. Portugal e Inglaterra se jugaban el pase a la final de la Eurocopa 2004, disputada precisamente en tierras lusas. No había manera de dirimir el vencedor. La tanda de penaltis había llegado a la muerte súbita, después de que fallaran sus lanzamientos David Beckham (los chistes sobre su encuentro con la estrella inglesa del rugby, Johnny Wilkinson, no se hiceron esperar) y Rui Costa. En un instante, todo estaba en las manos de Ricardo, el meta portugués. Nunca mejor dicho.El arquero iba a enfrentarse al lanzamiento de Darius Vassell y, de repente, optó por quitarse los guantes. Una acción que Santi Cañizares, entonces portero del Valencia, aseguró que jamás se le habría pasado por la cabeza realizar sobre el césped. Y mucho menos ante un penalti. Fue una reacción del todo inesperada. Pero efectiva. Así, a la antigua usanza, el meta consiguió atajar el lanzamiento de Vassell.

Más que eso. Acto seguido, le tocaba rizar el rizo transformando la pena máxima que podía dar el pase a su selección a la final. No podía fallar. Y no lo hizo. Su estallido de alegría fue del todo justificado. Una vez acabado el partido, confesó los motivos de su acción, qué le llevo a enfrentarse a Vassell con las manos desnudas: "Fue por instinto. Tenía que hacer algo para motivarme, y pensé en eso". Funcionó. Tanto, como los consejos que le dio quien fuera la primera gran estrella portuguesa, Eusebio, adoctrinado a su vez en su momento por otra leyenda,Yashin: permanecer quieto, impasible, y mirar fijamente a los ojos del delantero. Como si se metiera dentro de su cabeza. Amedrentándolo. Y, al final, forzándolo a fallar.

En un penalti, y mucho más en una tanda de ellos, el portero tiene mucho a ganar y prácticamente nada que perder. A nadie en su sano juicio se le ocurriría culparlo de encajar un tanto en estas condiciones. Pero, si lo salva, desde luego, se convertirá automáticamente en un héroe. Así es el fútbol, tan cruel como imprevisible en muchas, tal vez en demasiadas ocasiones. Para Ricardo, nacido el 11 de febrero de 1976 en Montijo, Portugal, en 2004 esas sensaciones ya le eran muy familiares. Demasiado. En su tierra, jugó entre otros para el Boavista, colaborando en la consecución de su único trofeo de Liga, en 2001, y el Sporting, con el que conquistó una Copa portuguesa. Tras su paso por el conjunto lisboeta, cambio las rayas verdiblancas horizontales por las verticales, jugando durante cuatro campañas para el Betis, donde su estela fue de más a menos. Incluso, se quedó sin dorsal durante la temporada 2010-2011. En enero de ese último año, finalmente, rompió su contrato con el conjunto andaluz y fichó por el Leicester, de la segunda división inglesa, entrenado por el ex seleccionador inglés Sven Goran Eriksson.

Quizás, se sentía en deuda con el técnico sueco. No sólo apartó a su Inglaterra de la Eurocopa de 2004 con su poco ortodoxa parada a Vassell. En el Mundial de Alemania, en 2006, la historia se repitió. En cierto modo. La selección inglesa y la de Portugal se jugaban el pase a las semifinales y todo llegó otra vez a la tanda de penaltis. En esa ocasión, no obstante, a Ricardo no le hizo falta quitarse los guantes ni marcar el lanzamiento definitivo. Con sus manos perfectamente enguantadas, frustró los lanzamientos de Lampard, Gerrard y Carragher (después de que este último tuviera que repetir su lanzamiento al lanzar en primer lugar sin esperar al silbato del árbitro) y Cristiano Ronaldo marcó el tanto que apeaba a los ingleses del Mundial.

Ni en Portugal ni en Alemania hubo final de cuento para los lusos. En casa, Grecia les arrebató el título. En el Mundial, cayeron ante la Francia de Zidane en las semifinales.Ricardo, tras media temporada en el Leicester, volvió a casa para jugar en el Vitoria de Setúbal. Actualmente, forma parte del Olhaense, un modesto club de la coquetona región del Algarve. Allí es donde apura los últimos días de su carrera el meta que decidió inspirarse en los ancianos maestros de la portería para convertirse en héroe ante Inglaterra aquel 24 de junio de 2004.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

El "príncipe" díscolo: Edinho


El guardameta cuya imagen vemos justo encima de estas líneas se llama Edinho. Fue portero, entre otros, del Santos en la década de los 90 del siglo pasado y, actualmente, realiza las funciones de ojeador en el cuerpo técnico del primer equipo de este mismo conjunto brasileño, rival del Barcelona en la final del último Mundial de Clubes. Hasta ahí, poca cosa, ¿no? Pero decir  a la vez el nombre del Santos y agregar que el jugador en cuestión se llama en realidad Edson Cholbi Nascimento debería dar muchísimas pistas a los más futboleros sobre su estirpe. Sí, estamos hablando de todo un "príncipe" del fútbol. Su padre no es otro que O Rei, el mítico Pelé, un apodo mucho más conocido que su nombre real: Edson Arantes do Nascimento.

A papá Pelé no le sentó demasiado bien que su vástago, nacido el 27 de agosto de 1970 de su relación con Rosemeri Cholbi, se dedicara a todo lo contrario que a él le dio fama en el fútbol, aunque con el tiempo acabara admitiendo lo complicadísimo que es jugar de portero. Intentaba evitar goles, no marcarlos. Edinho, tal vez sabedor de lo crueles que podían ser las comparaciones, apostó por este giro. Su estreno con el Santos fue toda una noticia en Brasil, desde luego. Pero sus condiciones no eran ni mucho menos las de su famoso progenitor, por mucho que se fuera directamente a las antípodas de su terreno, si bien dejó con intermitencia algunos destellos de clase, todo sea dicho. Su mejor logro con el Santos, no obstante, fue el subcampeonato de la Serie A, en 1995, justo por detrás del Botafogo. Un bagaje demasiado pobre para alguien de "sangre azul", futbolísticamente hablando.

Se inició tardiamente en el fútbol, tras pasar gran parte de su infancia y juvnetud en el extranjero, y eso, para algunos, justificaba el hecho de que se le considerara un portero más bien del montón, por mucho que, tal vez por eso de buscar la estela de la estrella del padre, hubiera quien reclamara su presencia en la mismísima selección canarinha. Como pasa muchas veces con los miembros más jóvenes en otros tipos de realezas Edinho se destacó por llevar una vida desde luego muy poco recomendable. Buscó emociones fuertes lejos de las canchas, llegando a ser condenado por homicidio en 1999 tras verse involucrado en una muerte durante el transcurso de una carrera ilegal. Su condena, a seis años de prisión, no obstante, fue después anulada y en 2005 finalmente fue absuelto.

Ése no fue su único encontronazo con la justicia. En junio de 2005 fue arrestado durante el transcurso de una operación contra el tráfico de drogas. Edinho reiteró su inocencia, aunque acabo confesando su adicción a la marihuana y provocando con ello las lágrimas de su padre. Entonces, no hubo forma de evitar que pasara por la cárcel, donde fue visitado por su famosísimo progenitor, poco menos que la encarnación de todo un dios en Brasil. Las aguas empezaron a volver a su cauce en 2007, cuando el Santos, en deuda eterna con Pelé, decidió incorporarlo otra vez a su estructura técnica como entrenador de porteros. Actualmente, ejerce funciones de ojeador y, por ahora, sus excesos parecen decididamente parte del pasado. ¿Habrá aprendido el "príncipe" díscolo al fin de sus errores? Sólo el tiempo lo dirá.

martes, 13 de noviembre de 2012

De alas y palos: Antoni Ramallets


El Gato con Alas. Así bautizó Matías Prats senior a Antoni Ramallets en el Mundial de Brasil, hace más de 62 años. Su felina figura se transformó también en alada sobre el césped del mítico estadio de Maracaná. Portero, entre otros, del Barcelona y de la selección española, se encumbró deportivamente en ese torneol, el del tristemente célebre Maracanazo. La anfitriona cayó contra pronóstico contra Uurguay y provocó que un jovencísimo Pelé prometiera a su padre que le compensaría por ese disgusto. El astro, que ha visto este pasado fin de semana como Messi igualaba su mejor marca anotadora en un año natural, cumplió de sobras su palabra. Hasta tres veces. Ramallets no pudo competir por el máximo cetro del deporte rey. Su palmarés, no obstante, no anduvo huérfano de títulos. En absoluto.

Fue el meta del primer equipo de leyenda del Barcelona, el de Les Cinc Copes. Como azulgrana, consiguió seis Ligas, cinco Copas y dos Copas de Ferias (la competición que acabó convirtiéndose en la Copa de la UEFA y que ahora, tras múltiples cambios de formato, se denomina como Europa League). A título individual, se proclamó como portero menos goleado de la liga española en las temporadas 1951-52, 1955-56, 1956-57, 1958-59 y 1959-60. Las dos últimas distinciones, además, le valieron el trofeo Zamora, instaurado en la campaña 1958-59 en honor del que, tal vez, fue uno de los primeros mediáticos del fútbol español, guardameta a su vez en la década de los 30 del pasado siglo del Espanyol, el Barcelona y el Real Madrid.

La gran espina, el gran borrón en la carrera de Ramallets, no obstante, fue la Copa de Europa. Rozó el título en Berna, en 1961, en la después conocida como la final de los palos, pero el trofeo acabó al fin por escurrirse de unos dedos que, por aquel entonces, no solían ir enguantados. Los azulgrana estrellaron el balón una y otra vez contra el marco de la portería de su rival, el Benfica. Tanto, que, a la postre, la FIFA acabaría cambiando la forma de los mismos. Dejaron de ser cuadrados y se convirtieron en redondos. Ramallets, según explicaba él mismo, traicionado por el sol, no estuvo tan acertado como en él era costumbre y los portugueses se llevaron el título con un marcador final de 3-2. No pudo despedirse oficialmente del Barça, de su Barça, como quería, si bien en su partido de homenaje, en 1962, ante el Hamburgo, y con 38 años cumplidos, dio aún muestras de su legendaria agilidad ante los disparos de los delanteros germanos.

El Barça fue su último club. En total, disputó 538 partidos como azulgrana. Nacido en Barcelona, el 1 de julio de 1924, empezó su carrera como profesional en el histórico Europa, del también barcelonés barrio de Gracia. A causa del servicio militar, obligatorio en esos tiempos, tuvo que trasladarse a Cádiz y a Mallorca, jugando de esta manera en el San Fernando y en el mismo Mallorca. En 1946, fue fichado por el Barcelona, club que lo cedió en primera instancia al Valladolid, entonces en Tercera División, en cuyas filas logró el ascenso a Segunda. Tras dos años condenado al banquillo, se hizo definitivamente con la titularidad en 1950, tras una lesión ocular de Velasco. Sus actuaciones le valieron a su vez su convocatoria para el Mundial de Brasil. Con España, no obstante, jugó sólo 35 partidos. Suficientes para pasar a la historia. Para escribir una leyenda. La suya. La del Gato de Maracaná. Un gato con el que los palos, tantas veces aliados de los guardametas, fueron crueles en Berna.

martes, 6 de noviembre de 2012

El dolor insufrible: Robert Enke


El día 10 se cumplen tres años de la inesperada muerte de Robert Enke. El portero alemán, ex jugador, entre otros, del Benfica, el Barcelona o el Hannover, decidió acabar con su vida arrojándose al paso de un tren. En ese momento, su carrera deportiva parecía estar enderezándose. Tras iniciar una racha francamente mala en el club azulgrana, una entidad en franca caída libre por aquel entonces, en 2002, había recuperado aparentemente su mejor forma en las filas del Hannover. Su vida personal, no obstante, venía siendo un infierno desde finales de 2006.

En lo deportivo, Enke, incluso, se había convertido en la primera opción para un portería tan endiabladamente exigente como es la de la selección alemana. Así se lo había asegurado el entonces seleccionador, Joachim Low, por mucho que una afección intestinal lo hubiera apartado de los dos partidos más descisivos para los germanos. Mucho se especuló en los días posteriores a su fallecimiento con la posibilidad de que el meta, aquejado por frecuentes depresiones, hubiera desarrollado un miedo irrefrenable al fracaso. Ignoro si ése fue realmente el caso, pero personalmente prefiero pensar que fue otra tragedia, una de verdad, la que acabó por empujarlo a tomar tan terrible decisión. El fallecimiento de su hija biológica, Lara, a los dos años de edad, en 2006, por un problema cardíaco congénito, fue al final una losa demasiado pesada. Abrumadora.

Hasta entonces, Enke había encajado muchos golpes a lo largo de su carrera como guardameta. En las filas del Benfica, por ejemplo, vio como el Celta le endosaba un contundentísimo 7-0 en los dieciseisavos de final de la Copa de la UEFA que, obviamente, acabó por suponer la eliminación del conjunto lisboeta en la temporada 1999-2000. Eso, no obstante, no fue para nada un lastre a la hora de que el Barcelona, en búsqueda desesperada de un relevo a la altura de Zubizarreta, el último guardameta capaz de permanecer hasta ese momento como titular indiscutible durante ocho temporadas, hasta la irrupción de Valdés, apostara por él y lo incorporara a sus filas tras finalizar su contrato con el Benfica. El club azulgrana pujó fuerte por él y acabó por contratarlo, en competencia con otras entidades, como el Espanyol, que también se había interesado por sus servicios.

Al alemán, no obstante, volvió a serle esquiva la suerte en Barcelona. La irrupción de un Valdés en ciernes y las preferencias de Van Gaal por Bonano le dejaron con pocas opciones de jugar. Y, en una de ellas, llegó la eliminación ante el Novelda, en la Copa del Rey. Feo fue también el gesto de Frank de Boer, entonces central barcelonista, que culpó abiertamente al meta de la debacle, por mucho que él tampoco andara del todo fino en ese encuentro. El relevo de Van Gaal por Antic, en un Barça en caída libre, no obstante, tampoco le fue favorable al meta germano. La portería, desde entonces y hasta ahora, fue propiedad casi exclusiva de Valdés.

No sólo eso. Con la llegada a la presidencia de Joan Laporta, aumentó aún más la competencia en su puesto. El nuevo presidente azulgrana llegó con el fichaje de Rustu Recber bajo el brazo. En principio, todo parecía indicar que el internacional turco sería el títular, Valdés el suplente y que Enke no tendría apenas opciones. Rijkaard apostó finalmente por el canterano, y el meta alemán buscó una salida con una efímera cesión al Fenerbahce, club de origen de Rustu. Sólo llegó a jugar un partido. La derrota, por 0-3, ante el Istanbulspor, le puso de nuevo cara a cara con la máxima expresión de la crueldad en el fútbol. Esta vez, fueron los aficionados propios, no un compañero, quienes se ensañaron con él, arrojándole toda clase de objetos desde el fondo, culpándolo otra vez de la derrota.

El club turco rompió su contrato y Enke volvió a Barcelona para acabar jugando de nuevo como cedido en el Tenerife, en Segunda División. El meta parecía resignarse a no volver a la élite, pero el Hannover vino al rescate. Volvió a la Bundesliga y allí recuperó sus mejores sensaciones, volvió a sentirse portero. Incluso escaló hasta alzarse con la titularidad de la selección alemana, un equipo que técnicamente no existía cuando él nació, el 24 de agosto de 1977, en lo que entonces era la República Democrática Alemana. La Eurocopa de 1992, con la derrota en la final ante la sorprendente Dinamarca, fue el primer gran torneo futbolístico para la Alemania reunificada, dividida en dos tras la Segunda Guerra Mundial.

Enke parecía haberse agigantado tras superar tantos sinsabores. Incluso, parecía que su vida personal volvía a estar encarrilada. En mayo de 2009, muchos meses antes de su trágica decisión, adoptó a una niña, Leila, junto con su mujer, la ex pentatleta Teresa Reim, ferviente activista por los derechos de los animales. El fútbol le sonreía, el destino empezaba a volver a hacerlo, pero en su corazón había una sombra de la que no podía deshacerse. Un dolor insufrible que, al final, le abocó a quitarse la vida.